Por: Ricardo Tribín Acosta
Esta frase me acuerda mucho de una bella
canción interpretada por Fernando Valadés en los setentas en la que el agregaba
“Si lo que más quería, se acaba de marchar”. Contrapongo esto a lo que pasa
cuando los pequeños varones lloran por algo y sus progenitores los regañan
diciéndoles “Deje de berriar que los hombres no lloran”
Llorar, la verdad es que no es malo,
trátese bien que se trate de un hombre o de una mujer. Es un desahogo bastante
bueno cuando se pasa por una pena o se vive algún tipo de angustia manifestada
en exceso, y por ello no es pertinente criticar su ocurrencia ni tampoco
considerar que se sea invulnerable. Vaya, vaya, ni que uno fuera Superman.
Sin embargo pasar de tener dolor a
permanecer en el sufrimiento es otra cosa, puesto que lo primero es inevitable
y lo segundo opcional y como tal pertenece al libre albedrio de cada persona.
Insistir sin embargo en el dolor, después de sentirlo y experimentarlo, no vale
la pena, entendiéndose que esto de salir de él no es automático y que por
tanto, como muchas cosas en la vida, tomara un tiempo superarlo.
Miami, Diciembre 27 de 2014
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