¿ Por qué te quejas, asno, si todos vamos
cargados?
Alguna vez comente acerca de la creación de
unos grupos de “quejones anónimos” los cuales, basados en la estructura de los
doce pasos, aspiraban a convocar a aquellas personas que han hecho de las
quejas un hábito tan fuerte, como el de cualquier adicción. Y es que existen
algunas personas, y no pocas, que se quejan por todo, y en las cuales su
profundo egocentrismo no les permite ver más allá de la extensión de sus
narices, y por tanto piensan equivocadamente que lo que les sucede es lo peor
del mundo.
Me acordó esto del cuento del par de monjes
de clausura a los que solo se les permitía hablar una vez cada diez años.
Resulta que al finalizar la primera década el primero, llamado Mamerto, le dice
al otro: “Gaudencio, mi cama está muy dura”. Pasan otros diez abriles y se
vuelven a encontrar y pasa lo mismo “Gaudencio mi cama, está muy dura”. A la
nueva década Mamerto cambia su discurso y le comenta al otro monje: “Gaudencio,
me echan de la comunidad y no sé porque”. Como que no sabes Mamerto? Con esa
quejadera no había como te pudieras quedar aquí.
El quejarse en consecuencia no resuelve el
problema de quien lo tiene y por el contrario lo vuelve víctima, en búsqueda de
lastima, y con gran ingrediente de auto compasión, lo cual no lo conduce a
ninguna parte. Lo anterior me trae a la memoria de cuando le preguntaron a
alguien que pasaba por un problema, pero no se quejaba.” Oye y no te molesta?
Pues sí, respondió el afectado, pero no me quejo pues eso, ni me resuelve la
situación, ni tampoco ayuda a que los demás deseen compartir tranquilamente
conmigo”.
http://ricardotribin.blogspot.com
Miami, Febrero 13 de 2013
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